viernes, 23 de marzo de 2012

Valparaiso

 
 
 




¡Valparaiso!.... era  una palabra que mi madre repetia mucho en sus ultimos dias. Todas sus ultimas vacaciones las pasaba en Viña del Mar y eso le permitia ver constantemente en sus salidas el paisaje de Valparaiso, a lo lejos y a lo cerca. Los fines de años, le gustaba también en noche vieja, ver la fiesta de los fuegos artificiales, sobre la bahía.  Claro, en la televisión pues vivía  en Talca.

A veces, en su desconcierto, al levantarse en la mañana decía, ¿Ahora nos vamos a Valparaiso? o ¡por favor! ayúdenme a hacer mis maletas que me voy a Valparaiso.  Los que la escuchaban, sonreían, sin comprender su deseo de volver a ver la ciudad puerto, donde pasó su juventud, era casi como el personaje de la  nana, en "Nieve en otoño" de Irène Némirovsky.  Fue un deseo que no pudo cumplir.

Un año después de su partida, por un tema de herencia, tuve de viajar a Valparaiso. Lo hice por el día, viajando desde Talca y solo estuve allí dos horas, lo que demoró mi diligencia en la Notaria. Mi regreso al autobús lo hice caminando y me puse a pensar en mi madre y  por qué, le gustaba tanto esta ciudad.El puerto con sus barcazas y colores, las construcciones en los cerros, su gente sociable, el ambiente húmedo tibio. Sin desearlo me recordé de Cayetano Brulé, personaje de ficción de Roberto Ampuero, quien en sus novelas describe bien Valparaiso.


 No había regresado al puerto desde mi niñez y me parecía que no había cambiado mucho, excepto por una construcción que desentona, el Congreso Nacional.

Tres meses después regresé a terminar la diligencia pendiente. Mismo recorrido pero esta vez llegué a Valparaiso mucho más temprano y caminé hasta la notaria. Esta vez me sentí más cautivado por el ambiente de la ciudad. Llegaban los feriantes con sus productos agrícolas a la plaza de ventas, su gente y colorido me atrajeron. Seguí caminando a medida que los negocios  abrían a esa hora fresca de la mañana, su humedad y tibieza del aire anunciaba un día cálido de verano. Ya sonreía, sin darme cuenta, por sus calles hasta que llegué a la notaria en plaza Arturo Prat. Esta abría más tarde, por lo que me puse a pasear por los alrededores y a tomar fotografías de algunas ventanas de  edificios cercanos. 


Comencé a comprender a mi madre en su deseo de volver a Valparaiso, todo aquí bullía de vida y actividad, aún conservando su apariencia tradicional. Terminé mi diligencia y tome un taxi al terminal de autobuses pues se acercaba la hora de regresar. Me prometí a mi mismo regresar con Saide a Valparaiso a acompañar aquí, un momento a madre otra vez.
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