Otra oportunidad, me dí recorriendo las calles del Borne. Que variedad de ellas, en cada rincón, en cada vuelta de esquina. Embriagado de luces y calles, caminando de un lado a otro, sin dirección, parecia un loco disparando mi camara en la noche. No me importaba la nitidez solo la sensación que me inspiraba. Tal vez hubiera algo de obsesión en lo que experimentaba. Cada vez que pasaba por los alrededores, terminaba perdido en ese laberinto, para mi ya era una adicción.
Aún hoy, al mirar estas imagenes, siento el vertigo de aquellos caminares nocturnos.
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